leitmotiv

Orlando Hernández (San Antonio de los Baños, 1953), se desmarca de pretensiones artísticas, aunque un hombre de su calibre y experiencia en el ruedo tiene los ojos bien entrenados. Por eso no le importa demasiado si estampan su nombre en el selecto club de los fotógrafos contemporáneos cubanos. Alejado de los parques temáticos para el turismo y la propaganda oficial, saborea el cuerpo a cuerpo con sus semejante en las calles de la urbe, donde desprejuiciadamente dialoga con las almas marginadas por la sociedad y presta atención a otros actores de la realidad capitalina.

A Víctor Manuel Maden Morgan lo descubrimos por azar en una de nuestras visitas a la familia de Cárdenas, la ciudad portuaria escondía un tesoro. Un pintor atípico, en estos momentos en el arte contemporáneo donde la pintura va por caminos de búsquedas conceptuales, sociales, él se mantiene en una pintura más pura, buscando los orígenes en Juan Roberto Diago Querol, uno de los artistas esenciales de la historia de la plástica cubana del siglo XX;  en Raúl Martínez, de quien toma lo más puro de su expresionismo abstracto, una pintura que juega y baila entre lo abstracto y lo figurativo, con propuestas de materiales como el yute, el óleo e incorporando elementos a su obra como los metales.

De formación autodidacta, Wilay disfruta de la libertad que en las academias actuales se pierde no más pisar su umbral. Ha recurrido a distintos laboratorios de creación que la red de proyectos socioculturales de La Habana oferta para la formación de artistas emergentes; espacios como el taller “Antonia Eiriz”, impartido por el Profesor José Pérez Olivares en el Centro de Arte y Literatura Fayad Jamis en Alamar (2003), o “En clave de Haiku”, impartido por el Profesor Jorge Braulio Rodríguez en la Casa de Asia de La Habana Vieja (de 2004 a 2006).

Jorge Mata nunca lo abandona, lo carga en su mochila de sueños, lo coloca en la suavidad de las yerbas, en los claroscuros de los montes, en los puentes donde se entrecruzan las visiones, en las riberas de los ríos donde chocan las pasiones, en el lino que ondea la brisa, en el escotado de una pared de ancestrales angustias, en el trono de un árbol seco plantado en tierra estéril, en los amaneceres de sus caminos interminables, captados en segundos de su segunda infancia.